Rapsodia en azul: las memorias silenciosas de Fidel Ferrando

Puede que parezca un contrasentido, pero Fidel Ferrando en su exposición Memorias para el silencio evoca la impresión de un músico de jazz, reinterpretando, improvisando y sacando la última nota de sus esculturas silenciosas.  El silencio es una parte esencial no solamente de la expresión musical y artística pero de la misma condición humana.  El silencio es el complemento desapercibido y necesario del movimiento y del ruido; sin silencio no hay sonido.  Memorias para el silencio nos transporta a los espacios entre las notas, donde reside la verdadera magia artística.

La presencia del silencio en la cerámica de Ferrando deja espacio para los recuerdos, memorias que son a la vez antiguas y nuevas, personales y colectivas.  A menudo, las cerámicas son la única memoria que tenemos de los pueblos antiguos, nos llegan tras haber cumplido en su tiempo una tarea funcional, espiritual o artística.  Esta serie de esculturas reconoce la larga memoria de este medio artístico.  Podemos contemplar antiguas formas arcillosas que parecen sacadas de la corteza terrestre, fortificaciones medievales, acequias moriscas, plazas de toros, puentes y carreteras modernas.  Abundan especialmente los túneles, penetrando la profundidad, transportándonos hacia una tranquilidad Zen, encerrando y conectando a la vez, evocando la soledad existencial del hombre.

Dentro de Memorias para el silencio, el artista emplea la repetición de formas arquitectónicas (losas alargadas, los antedichos túneles) y adornos para improvisar con la arcilla como un músico emplea notas y floreos.  Recurriendo a su larga experiencia como ceramista, Ferrando tiene el dominio para improvisar en la ornamentación; botones, triángulos, lunares y agujeros imbuyen las piezas con ritmo y melodías sincopadas.  A nivel visual, la simplicidad del diseño escultórico permite al artista experimentar con un sinfín de posibilidades de la arcilla, vidriado y fuego.  Estas grandes construcciones están montadas, cortadas, pegadas, dobladas, plegadas, rellenas y rasgadas.  Claramente observamos en estas obras el acto de hacer arte, donde el proceso es tan importante como la pieza acabada.  Aquí la arcilla siempre está presente, Ferrando celebra su plasticidad y expresividad, canta sus alabanzas.  Para él no existe otro medio tan expresivo.  La arcilla concede a las piezas textura, firmeza y temple.  En las manos de Ferrando, la arcilla siempre es lo que es, manifiestamente arcilla, y nunca se hace pasar por otro medio.  Es tanto el tema como el medio.  

El color, también, desempeña un papel fundamental en estas piezas representando a la tierra y el cielo.  Vemos bronces, dorados y blancos evocando el paisaje aragonés, la geología de la región y el origen de la arcilla.  Las obras térreas suelen ser más activas y exuberantes, revelando capas, ondulaciones, arcos y curvas.  Están vivas.  En algunas piezas, al transformarse en serenos túneles azules, la energía de la arcilla cambia.  Con los vidriados azules, Ferrando nos presenta con un contraste insólito de la materialidad del medio (tierra) frente a la inmaterialidad simbólica del color azul (el cielo, lo espiritual).  Los vidriados avanzan desde el brillo en las piezas de tono terroso al azul mate. Al mismo tiempo, los adornos progresan desde elementos arquitectónicos a sencillos motivos decorativos, excisos o pintados. La inmaterialidad del azul y los espacios arquitectónicos simplificados se combinan para dejar espacio a la reflexión silenciosa.

Memorias para el silencio de Fidel Ferrando es un estudio de contrastes, una canción silenciosa y una metafísica terrosa.  Improvisando espontáneamente y repitiendo temas ancestrales mientras que empuja los límites hacia una expresión nueva, Fidel Ferrando compone una oda a la cerámica.                                                                                                        

Teresa Kennedy